domingo, 29 de diciembre de 2013

MONTENEGRO (COMEDIAS BARBARAS)
Mona Martínez y Ramón Barea
Ernesto Caballero sube a escena esta versión, que el mismo firma y dirige, de las comedias bárbaras de Valle-Inclán, y lo hace alterando el orden, pero de forma muy inteligente para que hagamos un recorrido completo por la vida de Juan Manuel Montenegro. 
El comienzo es espectacular y de una belleza impresionante, en medio de una tormenta el caballo (compuesto por actores) del patriarca se encabrita, después Montenegro, cacique gallego, terrateniente, dueño de todas las almas que habitan sus pazos, es visitado por la santa compaña, y se embarca para visitar a su "santa" Doña María que esta a punto de morir. En medio de esta travesía, mientras los marineros luchan contra la tormenta, Ernesto Caballero hace una especie de flasback en la que Juan Manuel Montenegro hace un recorrido por su vida que permite al personaje reflexionar sobre su pasado, que le atormenta, con mas sombras que luces, lleno de dolor, ira y angustia. Un paseo por la España feudal llena de criados sumisos y de mendigos, condenada al desastre, entre la codicia y la lujuria, y por supuesto con la Iglesia siempre presente como otro gran centro de poder moviéndose siempre entre lo divino y lo satánico, un universo mágico lleno de presencias fantasmales y de meigas. 
Rebeca Matellán
La puesta en escena muy sobria que empieza ya en el vestíbulo del teatro donde encontramos las paredes decoradas con fotos de los ensayos, en el escenario un enorme puente de piedra de tres ojos, similar a los que podemos encontrar paseando por los parajes gallegos, preside toda la obra, que junto a la impecable iluminación nos trasladan a un mundo tenebroso y esperpéntico. Sin duda resulta delicioso el trabajo físico desarrollado por los actores que con sus cuerpos simulan caballos, yuntas de bueyes, perros, barcos (realmente espectacular), representan elementos escenográficos como el Cristo crucificado e incluso dan vida a los naipes con los que la Pichona echa las cartas. 
El trabajo coral realizado por los actores (algunos se desdoblan en varios personajes) es impresionante, todos perfectos, en una coreografía continua que hace que las escenas se sucedan de forma impecable sin altibajos y sin tiempo para distraerse. Dentro de este fantástico grupo de actores destacan Ramón Barea que da vida a Juan Manuel Montenegro, impresionante en su papel de déspota acostumbrado a ser obedecido pero que deja asomar su tormento interior cuando va repasando su vida. Fantástica también Yolanda Ulloa como Doña María tan serena y abnegada capaz de llenar el escenario entero cada vez que lo pida. Entre los criados maravillosos Mona Martínez como La Roja, fiel criada y Janfri Topera (Don Galán) el bufón capaz de decirle a su amo lo que nadie se atreve a decirle, fantásticos también Alfonso Torregrosa (el Abad de Lantañón), lleno de fuerza, David Boceta (Cara de Plata), tan diferente de sus hermanos y de su padre, Esther Bellver (La Pichona) encantadora e impúdica y sin duda Rebeca Matellán (Sabelita) tan la frágil y desconsolada en lucha continua entre el deseo y la moral católica marcada a fuego en su mente; y Edu Soto en el papel del Fuso Negro, el loco, que actúa de perfecto contrapunto. 
Yolanda Ulloa y Juan Carlos Talavera
Para mi solo hay dos pequeñas pegas, el final resulta un poco largo, y la música, demasiado alta en algunos momentos, no permite escuchar el texto con claridad, pero que sin duda esto no le quita un apice de brillantez a la obra. 
Mas de tres horas de representación que le dejan a uno sin aliento disfrutando de unos actores soberbios y de una puesta en escena espectacular, merece la pena acercarse por el teatro Valle-Inclán para disfrutar de esta desgarradora mirada a esta España Negra tan nuestra.