

En cuanto a los protagonistas están soberbios. Rafael (Daniel Grao) es el hombre maduro que se recupera de sus heridas en una cama del hospital, un hombre lleno de ilusiones y de confianza, a pesar de su situación, hasta que le vemos desmoronarse al hacerse consciente de que al amanecer será fusilado, esta esplendido, impresiona su interpretación, sin apenas moverse en toda la obra de la cama en la que esta postrado, sereno y valiente a pesar del miedo que se le nota en la voz y en los gestos cuando va llegando su hora. Sebastián (Nacho Sánchez, del que ya se pudo disfrutar este verano en la estupenda shoot/get treasure/repeat en Frinje15) es el joven carcelero, un muchacho sumido en el desanimo a causo de los estragos que la guerra ha hecho en su vida, una vida que apenas había comenzado, vive permanentemente asustado y sin ilusiones, no espera nada del futuro, solo que pase todo, es maravillosa la interpretación que nos regala, la tensión con la que se mueve, sus gestos nerviosos y la mirada angustiada e intensa con la que expresa tanto como con sus palabras.
En ambos hay mucha verdad y mucha sensibilidad.
Una obra que habla de los horrores de la guerra, del miedo y de las relaciones humanas en las distancias cortas, en circunstancias concretas y lejos de los grandes ideales, donde el miedo al olvido es tan doloroso como la propia muerte "no voy a desaparecer del todo, ¿verdad?" y donde dos hombre que parten de dos realidades totalmente separadas acaban fundiéndose en un abrazo y llorando juntos.
Un texto intimo, hermoso y estremecedor que hace que se te forme un nudo en la garganta e incluso asomen algunas lágrimas, porque la sinceridad y la verdad del texto te sobrecoge y te emociona.