viernes, 23 de mayo de 2014

EL TRIÁNGULO AZUL
"El triángulo azul", obra de Laila Ripoll y Mariano Llorente nos acerca a la realidad de los mas de 7000 republicanos españoles que pasaron por el campo de concentración nazi de Mauthausen y de los que menos de 2000 consiguieron sobrevivir. Comenzaron a llegar en agosto de 1940 procedentes de la Francia ocupada y desempeñaron todo tipo de trabajos en el campo, incluido por su puesto, los trabajos en la desgraciadamente famosa cantera de granito, donde los presos se veían obligados a cargar grandes piedras por los 186 escalones, conocidos como la escalera de la muerte, que separaban la cantera de los barracones y donde murieron tantos prisioneros. Todos los prisioneros estaban clasificados con un distintivo, en el caso de los españoles era el triángulo azul, (distintivo de los apátridas que los nazis les asignaron cuando Franco no les reconoció como ciudadanos de nuestro país), con una S de Spanier, en el centro. Para entrar en el campo se pasaba bajo un cartel que cínicamente rezaba "Arbeit macht frei" -"El trabajo os hará libres", aunque como citan algunos testigos el director se encargaba de dejar claro a los recién llegados que no saldrían por la puerta, sino por la chimenea del crematorio, no en vano un preso llego a contabilizar 35 formas de morir en Mauthausen a cual mas horrible. 
Laila Ripoll y Mariano Llorente pretenden hacer un homenaje a todos estos hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad, y que fueron un autentico ejemplo de dignidad, de lucha y de resistencia. Unos hombres que siempre mantuvieron la esperanza de vencer al fascismo, quizá por eso encontramos ejemplos como el de Francisco Boix, fotógrafo del campo, que hizo copias de todas las fotos que pasaron por sus manos y que sirvieron como prueba en los juicios de Núremberg, o que llegaron a organizar una revista en 1942 (El Rajá de Rajaloya) para intentar mantener alta la moral, o que repartían medicinas robadas o las escasas raciones de comida entre los mas débiles y los enfermos. 
Para contar toda esta historia utilizan a Paul Ricken (Paco Obregón), oficial de las SS que se encargaba de realizar labores fotográficas para documentar todo lo que sucedía en el campo, que actúa a modo de narrador arrepentido dando testimonio de lo que allí sucedió. 
En un escenario gris de piedra a medio camino entre la cantera de granito y las duchas de los crematorios, (con su gran desagüe en medio del escenario), donde también hay un pedazo de vía colgando del techo, de esas tétricas vías que morían en los campos de exterminio, unos muros donde se van proyectando imágenes reales y una tenue iluminación que aumenta el ambiente de pesadilla que se vive, Laila Ripoll tiene la habilidad de ir intercalando números musicales para hablar de temas muy duros como los crematorios, las alambradas electrificadas o los deportados despedazados por los perros. 
En escena tres músicos y siete actores que lo dan todo para hacernos llegar esta dramática historia con momentos muy emotivos como cuando Toni (José Luis Patiño) lee la carta para su hijo, o cuando el 26 de agosto de 1940 hacen un minuto de silencio por el primer español muerto en el campo. Todo el elenco esta impresionante. 
Un espectáculo muy recomendable para acercarnos a una realidad de nuestro pasado de la que practicamente no se habla, supongo que por ese problema que tenemos para asumir la Memoria Histórica. Fantástico homenaje para nuestros republicanos, esos hombres que después de llevar el triángulo azul de apátridas, y que cuando salieron de Mauthausen no tuvieron una patria a la que volver, todavía no han recibido ningún homenaje del país que les dio la espalda.