En el teatro Valle-Inclán están representando esta obra de Martín Crimp, la traducción es de Joan Sellent y la dirección corre a cargo de Carme Portaceli. El detonante de la historia es una encuesta, en principio absurda sobre habitos de consumo, y que desencadenan un vuelco en la vida de la protagonista, Elisabeth (Gabriela Flores), que acaba de ser abandonada por su marido y se encuentra en estado de shock. Asistimos a su incorporación como empleada a la empresa que la ha encuestado, y vamos conociendo a su hija, su jefe, algunas de las personas a las que encuesta, o a las que conoce en sus viajes de trabajo. Lo que tienen todos los personajes en común es una enorme tristeza, y una gran soledad, producto de la incomunicación, y no porque no intenten comunicarse, si no porque en realidad lo que no son capaces de hacer es escuchar a los demás, ni de empatizar con ellos. La escenografía, con unas cabinas de teléfono, por donde entran y salen los personajes, y apenas una silla, una cama y un sofá que se van alternando en escena, refuerzan esa sensación de soledad. Los actores resultan muy creíbles en sus personajes, me gusta especialmente Diana Torné, Francesc Garrido y sobre todo Gabriela Flores, que esta estupenda en su papel de Elisabeth, desde el miedo a lo desconocido al principio, hasta la seguridad que transmite cuando descubre lo bien que se la da su nuevo trabajo. Para mi la obra resulta un poco desconcertante, porque se habren muchas historias que no llegan a ninguna parte, y te dejan con la sensación de obra inacabada, como si te hubieras marchado antes del final, a pesar de esto merece la pena la experiencia.