
La obra nos invita a reflexionar sobre el papel del individuo dentro de una sociedad formada por una masa controlada, sin brillos individuales y sin un atisbo de diferencia, donde el arte no tiene cabida. Un relato duro y cruel sobre el mundo bajo las alcantarillas como reflejo de nuestra sociedad alienada, donde desarrollar el espíritu critico resulta peligroso, especialmente en un momento donde los derechos sociales y la justicia están en claro retroceso.
La puesta en escena es totalmente minimalista, sobre un cuadrilátero blanco solo dos sillas de oficina, dos micrófonos (para resaltar algunos detalles del texto), una bolsa de sangre y una rata muerta de tamaño humano. Los dos protagonistas completamente vestidos de negro, la iluminación muy tenue (no en vano nos estamos desplazando por las alcantarillas), muy poca música, pero como en todas las obras de Rigola, muy bien elegida y perfectamente colocada para resaltar momentos muy concretos, y todo para envolver con mimo el texto. Se establece una conexión entre los actores y el publico, actores practicamente inmóviles que con sus imponentes voces, llenas de matices, y en un ambiente tan intimo, hacen que las palabras lo inunden todo y te estremezcan.
Joan Carreras es Pepe "el Tira", la rata policía que lleva la investigación, Andreu Benito encarna a una diversidad de personajes secundarios que forman parte de la investigación, son dos actores absolutamente impresionantes que nos introducen en una triste y absorbente historia a través de su impecable narración.
Una joya escénica que no se puede dejar escapar, y que se puede disfrutar en la sala José Luis Alonso del teatro de La Abadía.
Una joya escénica que no se puede dejar escapar, y que se puede disfrutar en la sala José Luis Alonso del teatro de La Abadía.
Emoción en estado puro.