
La trama arranca cuando en medio de una performance en francés que se ceba con los rasgos negativos del carácter español, Fernando VII se levanta de su tumba con el propósito de que la nación retorne al camino de esos valores eternos que el impuso a sangre y fuego. Fernando VII llamado el Deseado o el rey Felón, rey que reinstauró el absolutismo en España después de la expulsión de José Bonaparte y su ejercito napoleónico, derogando la constitución de Cadiz de 1812, popularmente conocida como La Pepa, y persiguiendo a los liberales, sin duda uno de los peores monarcas que ha conocido nuestro país, y ya es decir. Requerida la presencia de un médico por el vacilante estado en el que se encuentra recién vuelto a la vida, se ofrece un psiquiatra, argentino, por supuesto, que propone al resucitado una sesión de psicoanálisis para aclarar porqué no se siente querido y los motivos de la valoración tan negativa que concentra su persona y que le ha llevado a tener el calificativo de rey felón. Una forma de tumbar en el diván a España y su historia. En el diván Fernando VII repasa su vida: su relación con sus padres y el valido Godoy, el motín de Aranjuez, la inquisición, la Guerra de Independencia, su absolutismo enfermizo (todo lo absoluto me gusta), su regreso, la década ominosa....

El texto es de Iñigo Ramírez de Haro (cuñado de Esperanza Aguirre y destituido por Margallo como encargado de Negocios y numero dos de la embajada de España en Belgrado (Serbia) a raíz de las declaraciones realizadas con motivo del estreno de Trágala, trágala... en el Teatro Español). La dirección corre a cargo de Juan Ramos Toro (Yllana) y la composición musical y las letras satíricas de las canciones que acompañan al espectáculo las firma Ron Lalá.

Aunque con algunos altibajos de ritmo, esta alocada obra resulta entretenida y amena.