jueves, 24 de abril de 2014

EL PROFETA LOCO
En el teatro Galileo de Madrid se ha podido disfrutar durante la Semana Santa, y se podrá seguir disfrutando todos los miércoles del mes de mayo "el profeta loco", un texto de Paco Becerra y Eduardo Velasco, donde este último asume también la dirección, además de protagonizarla. 
Nos encontramos de noche en lo que parece la capilla de un monasterio, al menos si nos dejamos llevar por el ambiente que nos envuelve con cánticos gregorianos que llegan de lejos de fondo, perros guardianes que ladran en la noche, donde se siente el frío y el silencio nocturno. En escena una especie de una tarima sobre unas cajas de cervezas, a modo de altar, una cruz colocada sobre unos bidones de petróleo, un cartel que reza "Caution, Restricted Area" y una radio donde se oyen noticias de protestas y escándalos políticos. Nuestro protagonista se despierta y se baja de la cruz para transitar por la oscura noche del alma. Eduardo Velasco defiende que su personaje es "Manuel, un hombre que tuvo una vida y lo perdió todo, un profesor prisionero de la conciencia que terminó aquí encerrado por creerse un Profeta. Por gritar su indignación en las calles. Él se cree Jesús. ¿Y si es realmente Jesús quien se baja de la cruz y es la empresa para la que trabaja quien lo retiene encerrado?" Para unos puede ser solo un loco que se cree Jesús, para otros será el propio Jesús bajándose de la cruz, aunque esto realmente carece de importancia, porque lo interesante de "el profeta loco" es lo que cuenta.
Se trata de un texto que no tiene desperdicio, es inteligente, incisivo, directo y valiente, donde el protagonista, reivindicándose como un trabajador de la cruz, sin derechos laborales, sin días de asuntos propios, sin posibilidad de que le sustituyan, pide explicaciones, y grita su indignación. Reclama justicia e igualdad y critica como alrededor de su figura se ha creado la mayor empresa del mundo, denuncia los excesos y las perversiones que se esconden tras los habitos, reivindica el papel de la mujer a la que la iglesia a relegado al papel de puta o sumisa, y aborrece la Semana Santa por que se siente convertido en el Becerro de Oro. En definitiva analiza el mundo, la religión, a los políticos y a los ciudadanos que luchan por su dignación o a los que no, y lo hace desde la ironía y el humor, pero también desde la angustia y la impotencia denunciando un rosario de injusticias, y dejando al descubierto las miserias de una religión obsesionada con el poder y el dinero, sin acabar de comprender como ha acabado como un icono de merchandising, Él que siempre estuvo en la calle, gritando su indignación con los que sufren. La iglesia, ese gran fraude, el opio del pueblo reducida a un vulgar negocio, traicionando su mensaje. 
Eduardo Velasco se enfrenta en solitario a este complejo personaje, en una interpretación extraordinaria, en la que se deja la piel en el escenario (y no es una metáfora, cuando yo asistí a la representación el Viernes Santo estaba lesionado), llena su personaje de fuerza, pasando de la ironía a la indignación, de la impotencia a la rebeldía y de la desesperación a la amargura, emociona especialmente en los diálogos que mantiene con María y con Dios. 
Toda una experiencia teatral, una autentica joya que no se debe dejar escapar.
"Estos son los sótanos donde se oculta la verdadera raíz que sustenta las iglesias; el imperio inmoral que comercia con la eternidad. Y en verdad os digo, que la eternidad es una mierda".