Se trata de la obra de Harold Pinter, llevada a escena por Animalario, lo primero que llama la atención cuando entras a la sala es que la escenografía alcanza todo el patio de butacas, hay dos camas en el escenario, y todo esta cubierto de plástico negro, incluidas las butacas que están envueltas en bolsas de basura, lo que contribuye a dar a la sala un ambiente de sótano abandonado. Cuando empieza la obra descubres a dos peculiares personajes a los que dan vida Alberto San Juan y Guillermo Toledo y de los que apenas sabes nada. A lo largo de la obra vas descubriendo que hacen allí, y como reaccionan ante una serie de circunstancias extrañas, allí encerrados. Ellos están inmensos, la obra resulta intrigante e irónica a partes iguales, con lo cual la obra te atrapa desde que entras, desde luego para no perdersela, merece mucho la pena.