martes, 30 de julio de 2013

FUEGOS
Las cuatro protagonistas
A partir del texto de Marguerite Yourcenar que nos habla del desamor a través de distintos personajes, reales unos, de ficción otros, Marc Rosich hace una hermosa dramatización, muy emotiva y llena de poesía, que dirige con maestría José María Pou, que consigue sumergirnos en un ambiente intimo donde asistimos a las confesiones de cuatros mujeres abandonadas que tienen que sobreponerse e reinventarse a si mismas. 
En un escenario desnudo, envueltas tan solo por el propio Teatro Romano de Mérida, con un vestuario sencillo, especialmente el de Ana, Nathalie y Cayetana que salen descalzas con unos ligeros vestidos de tonos muy claros que las dan un aire etéreo, como si solo fueran producto de la imaginación de la autora, y se deslizaran de su imaginación a la nuestra directamente. 
Nathalie Poza
En cuanto a las protagonistas están impresionantes, Carmen Machi (Marguerite Yourcenar), la autora nos habla en primera persona del desamor, de la soledad y el desamparo que la desgarran tras ser abandonada, casi nos lo susurra, contenida pero rota de dolor, impecable como siempre. Cayetana Guillén Cuervo (María Magdalena), doblemente abandonada primero por Juan y luego por Dios, toda fuerza y pasión, esta maravillosa, igual que Ana Torrent (Safo, convertida en acróbata), la inútil suicida, y que transmite tanta ternura. Por último Nathelie Poza (Clitemnestra) que defiende ante el tribunal su derecho a la venganza tras haber matado a su marido, Agamenón, su monólogo resulta realmente desgarrador, con la voz un poco rota, las manos atadas, es tan pasional que sientes su angustia y su desesperación, esta absolutamente inmensa (a mi es el que mas me gusto). 
Ana Torrent, Cayetana Guillén Cuervo, Carmen Machi y Nathelie Poza
Un entorno privilegiado, un texto lleno de poesía, y cuatro grandes actrices llenas de pasión que sin excesos ni extridencias te tocan muy dentro, sin duda una combinación perfecta para pasar una maravillosa velada de teatro, ni siquiera la mala educación de algunos espectadores, que se pasaron la obra bombardeando la noche de flashes consiguieron romper el encanto  (aunque molestaron lo suyo).
Como se repite a lo largo de toda la obra como si de un mantra se tratara 
"Qué aburrido hubiera sido ser feliz"