jueves, 24 de octubre de 2013

NADA TRAS LA PUERTA
Una escena de Nada tras la puerta
Se trata de una obra que habla de las fronteras, en una parte, de el escenario, Juan Cavestany, con su final de partido, se encarga de que observemos a tres amigos que que ven un partido de fútbol ajenos a lo que pasa fuera, apenas interesados en los detalles morbosos de la vida de alguno de los jugadores, el fútbol como opio del pueblo, como el medio para ser feliz sin pensar en nada mas, ni siquiera en los problemas propios (paro, crisis económica...). En la otra parte cuatro historias en clave femenina, cuatro monólogos, (basados en artículos periodísticos de Hernán Zin), que apenas dejan tiempo para respirar. Las historias las firman: José Manuel Mora, hablando del turismo sexual, Laila Ripoll, que nos cuenta la historia de una niña de doce años obligada a casarse con un hombre mayor, Borja Ortiz de Gondra, la de una mujer violada que le pide a su hija que la vengue matando a su padre y Yolanda Pallín que a través de las palabras de dos madres analiza los claroscuros de las adopciones internacionales. 
Sandra Ferrús, Ángela Cremonte, Marta Larralde y Carolina Lapausa
Ninguna de las historias es nueva, ni desconocida, pero no por ella es menos necesario pararse y escucharlas con atención. Los relatos son escalofriantes pero están narrados de una forma muy hermosa, sin violencia explicita, todo el horror nos llega a través de la palabra, de una narración poética, como si se tratara de un cuento, situado en un espacio indeterminado, en los labios de cuatro mujeres que nos regalan sus historias en una especie de danza, donde nos enfrentan a su dolor, mientras que van repitiendo frases a modo de mantras, "lo que fue, no volverá a ser; lo que no es, será", o "soñar es de pobres...", que hacen que su dolor te llegue al alma. 
Lidia Navarro, Josean Bengoetxea y Alfonso Torregrosa
Todo el elenco esta fantástico, aunque sin duda son mucho mas lucidos los papeles femeninos, impresionante Carolina Lapausa, con esa voz que te acerca toda la inocencia rota, cuando a los doce años descubre que su infancia solo tiene una trágica salida, Marta Larralde, con esa luminosa mirada llena de esperanzas que ves envejecer por momentos, cuando descubre que su prometedor porvenir es solo un engaño, Ángela Cremonte impresiona en ese difícil papel de víctima luchando por ser verdugo, Sandra Ferrús te desgarra cuando la ves contándole a su hijo como salir adelante en un mundo cruel cuando esta a punto de abandonarle, y por último Lidia Navarro, te parte el alma intentando explicar porque no puede querer a un hijo, que no es su hijo, a pesar de haberlo intentado con todas sus fuerzas. Josean Bengoetxea, (estupendo en el papel de amigo inseguro y poco integrado) y Alfonso Torregrosa, se desdoblan en varios personajes, si bien son personajes con menos profundidad que los femeninos. 
En definitiva una propuesta dura e intensa, pero a la vez hermosa, e imprescindible en estos tiempos donde muchas veces pasamos de puntillas por la realidad que nos rodea y donde es necesario pararse a reflexionar.